Meditación
del día
Sexto
día: meditemos en el valor de la SENCILLEZ.
Sencillez
que es la virtud de las almas grandes y de las personas nobles.
Sencillez
que adorna a María de Nazaret, tal como ella misma lo proclama en el canto del
Magníficat.
"Mi
espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha mirado la humildad de su
esclava" (Lc 1, 47 - 48).
La
Navidad es una época propicia para desterrar el orgullo y tomar conciencia de
tantos males que acarrea la soberbia. Ninguna virtud nos acerca tanto a los
demás como la sencillez y ningún defecto nos aleja tanto como la arrogancia.
El
amor sólo reina en los corazones humildes, capaces de reconocer sus limitaciones
y de perdonar su altivez.
Es
gracias a la humildad que actuamos con delicadeza, sin creernos más que nadie,
imitando la sencillez de un Dios que “se despojó de sí mismo y tomó la condición
de siervo” (Flp 2, 6–11).
Crecer
en sencillez es un estupendo regalo para nuestras relaciones personales.
Recordemos
que en la pequeñez está la verdadera grandeza y que el orgullo acaba con el
amor y la oración.
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